Está comprobado que con pequeños cambios en nuestro aspecto físico, nuestra autoimagen puede mejorar notablemente. No obstante para que los efectos sean eficaces y profundos debemos trabajar otros aspectos, como por ejemplo nuestro propio discurso interno, o más bien dicho los pensamientos y las palabras que nos decimos.
Cuando me miro al espejo, si sólo veo defectos y constantemente me lo digo, obviamente me veré fatal. Está acción será muy negativa y no me ayudará a aceptarme y reconocerme con orgullo, ni a mostrarme al mundo con seguridad.
Desde pequeños nos enseñan que debemos ser amables, respetuosos y considerados con la gente que nos rodea, que debemos aceptarlos y quererlos.
¿Pero seguimos estas mismas pautas con nosotros mismos? ¿En nuestro propio discurso interno, somos amables, nos aceptamos y nos amamos?
¿Sabemos mirarnos con buenos ojos? Apreciar lo bueno que tenemos, nuestra manera de ser.
En este Post os animo a mejorar nuestro discurso interno, a transformar esa mirada, a valorar lo que somos en global; más allá de nuestra imagen externa; sólo así nos mostraremos desde la autenticidad, desde nuestra propia esencia.
Nada tiene que ver con ser más guapo o menos; pues hay personas realmente agraciadas que tienen una percepción nefasta de sí mismos, y personas no tan agraciadas que se ven fantásticas, y proyectan ese carisma inconfundible que atrae multitudes.
Lo que está claro, es que la percepción de uno mismo no sólo influye en el hecho de sentirnos bien en nuestra piel, si no también en la manera en cómo nos ven los demás.<!